Así llamaban en Cuba a los dibujos animados soviéticos con los que cada tarde se quedaban sembrados delante de la tele, en blanco y negro, los niños, adolescentes y también muchos adultos, pues ante la falta de opciones televisivas (sólo dos canales oficiales) todos veíamos todo, desde los telediarios que ofrecían cifras mesiánicas de cosechas de papas, hasta las divinas comedias del cine mudo y por supuesto los animados rusos, aunque de vez en cuando se colaban, como extrañas flores, algún que otro dibujo de Félix el Gato, Las Dos Urracas, Betty Boop, El Pájaro Loco, Tom y Jerry, material que había quedado en los archivos de la televisión desde 1959 por lo que aquellos escasos animados norteamericanos eran ya clásicos de la animación.

Desde la década del 70 hasta la desaparición de la U.R.S.S. a comienzos de los 90, el protagonismo absoluto de la programación infantil lo tenían los «Muñequitos Rusos» que ya sabemos que también eran polacos, checos, alemanes, rumanos, a los que popularmente se les había bautizado con ese nombre genérico. La cultura ruso–soviética estaba presente en prácticamente todos los ámbitos sociales en Cuba, incluidos los del choteo y la picaresca. La poética etérea de los animados soviéticos contrastaba con la realidad bulliciosa, telúrica y visceral del ser cubano y nada parecía estar más alejado del alma caribeña, sin embargo, en la memoria colectiva de varias generaciones esa fusión de culturas se ha quedado grabada para siempre como una exótica naturaleza muerta de campanillas de invierno siberiano injertadas en una platanera. El resultado sería, la condena a la nostalgia colectiva de los que crecimos tatuados con los valores éticos y estéticos de aquellos dibujos animados, que nos proponían darlo todo por un ideal y creer que la poesía, la solidaridad y la belleza, eran suficientes para cambiar el mundo. Ningún dibujo nos preparó para el derrumbe de las utopías.

Para muchos de aquellos niños, los héroes solitarios del cine y el comic norteamericano no existieron hasta que, siendo adultos (y con suerte), asomaron por primera vez la cabeza más allá del mar Caribe. Para los que crecimos admirando la valentía de aquel riachuelo, que luchaba por abrirse paso libremente con el apoyo de los animales del bosque, esos otros héroes todopoderosos, como Batman, Tarzán y El Hombre Araña, por muy bien animados, filmados y digitalizados que estén, no alcanzarán nunca ese rincón del alma al que sí llegó la poesía mamada en la infancia desde los «Muñequitos Rusos». El recuerdo de aquellas historias de lobos, cigüeñas y paisajes nevados, que para un niño cubano eran tan misteriosos e inalcanzables como un paisaje lunar, marcaron una forma de percibir la belleza lo mismo que Superman, El capitán Trueno y Pokemon han marcado a otras generaciones en otros lugares del mundo.

En aquellos días el cine de animación ruso, despertaba sentimientos encontrados, para nuestros padres, la gracia de Mickey Mouse y Popeye era muy superior a la densa poesía de aquellos «Muñequitos de Palo» como solían llamarle despectivamente sus detractores. Para otros muchos, entre los que me incluyo, significaban un extraño viaje, los veíamos como en un trance del espíritu, nos aprendíamos sus frases y jugábamos con ellas. Quizá por «la maldita circunstancia del agua por todas partes» o por estar rodeados de Rusia y rusos por todas partes, pero nos entregamos a aquel cine que nos abría los ojos a otros paisajes, otros acentos y otra espiritualidad. Por aquellos años, en el altar de nuestras divinidades cinematográficas brillaba Humphrey Bogart junto a Innokenti Smoktunovsky, Bette Davis miraba suspicaz a una inteligente y sardónica Lyudmila Gurchenko, en la Cinemateca de Cuba la multitud rompía los cristales durante un ciclo de cine polaco y en el Teatro Nacional una taza de té temblaba en la mano de Laura Reynolds en la representación de Té y Simpatía, mientras el público, cómplice, reconocía la referencia a Esclava del Amor de Mikhalkov en aquel gesto de la actriz.

Hoy sabemos que detrás de aquellos «Muñequitos Rusos» está la firma de grandísimos maestros de la animación de todos los tiempos y que fue un privilegio crecer con ellos. De entre aquellos dibujos hay una obra que ha viajado en las maletas de mi memoria a lo largo de estos años, en cualquier orilla del Atlántico en la que me encuentre sigo escuchando la hermosa música de Erizo en la Niebla (1975) de Yuri Norstein, la historia de los amigos que contemplan las estrellas y se desencuentran en la bruma, la soledad del caballo blanco hundido en la niebla como símbolo del conocimiento metafísico. Las metáforas de Erizo en la Niebla ofrecen una infinidad de planos de lectura y asociaciones poéticas, no importa si eres un niño, un adolescente o un adulto, cada uno encontrará en el cuento lo que esté buscando.

En la pasada edición del CIBRA hubo una noche de intensa y especial emoción cuando pudimos disfrutar de los dibujos animados de Aute, al escucharle contar sobre el carácter artesanal de su trabajo y cómo con sólo la ayuda de una lámpara logró aquellos expresivos planos de «Metamorfosis Amortal», iluminados con una fuerza que en ocasiones me recordaban los trazos dramáticos de los grabados y la caligrafía japonesa; cuando le escuchaba hablar de sus soledades y persistencias durante catorce años de dibujos, pensé enseguida en Norstein.

Yuri Norstein, maestro de la animación

Norstein es un creador que no se ha dejado tentar por ninguna de las modernas técnicas que emplea la animación actual, él convierte la supuesta imperfección de sus dibujos artesanales en latidos del corazón, historias llenas de belleza y matices únicos. Sus personajes cobran vida entre la urdimbre sutil del sistema de telares que ha ideado, compone sus dibujos sobre láminas de cristal con la técnica del recorte, las imágenes se superponen mientras la cámara los fotografía desde arriba, logrando esa mágica sensación de profundidad con originales efectos visuales llenos de texturas, y es que Norstein es un exquisito pintor que dedica mucho tiempo a observar la huella del tiempo en los objetos, como Leonardo, se siente fascinado por la historia que cuenta la herrumbre sobre un pedazo de hierro o las manchas sobre la piedra. A su estética, que es profundamente evocadora, se suma un exquisito gusto para seleccionar la música de las animaciones cautivándonos con la fuerza mística de Bach, tangos sublimes, canciones de cuna y las composiciones originales de Michael Meyerovich.

Norstein nos entrega su alma en cada historia con un talento extraordinario para la delicadeza, su metáfora de la niebla para expresar el viaje hacia un conocimiento trascendental implica arriesgarse, sentir miedos, adentrarse en lo desconocido para penetrar los secretos de la existencia y experimentar la incertidumbre del descubrimiento. Todo esto hace de Yuri Norstein un creador excepcional, un artista que trabaja para el espíritu del que contempla sus trabajos, despertándonos reflexiones y emociones muy profundas. Es un artista solitario que no se prodiga en entrevistas ni apariciones escénicas, capaz de trabajar durante 30 años en una versión de «El Abrigo» de Gogol, del que solamente se conocen unos 25 minutos, suficientes para quedar deslumbrados y atónitos al contemplar el fragmento. Los expertos coinciden en que ningún animador ha conseguido tanta sutileza, su estudio del rostro humano alcanza casi la indagación científica y algunos ya especulan con que Norstein no acabará jamás este trabajo pues de alguna manera su obra es la propia investigación, aunque el artista, que ya tiene 70 años, continua esperanzándonos con llegar a ver terminada la versión de una hora en la que trabaja desde 1981.Esperemos que el maestro no sucumba a la locura como lo hizo el propio Gogol al adentrarse en el universo de soledades que padece el personaje de El Abrigo.

Suyo es el sublime «Cuento de los Cuentos» (Skazka Skazok, 1979), que ha sido considerada como la mejor película de animación de todos los tiempos, es un escenario donde Norstein expone sus recuerdos de la guerra, donde nos estremece aquella manzana caída sobre la nieve, abandonada y eternamente añorada como paradigma de los asombros de la infancia, un viaje entre la intimidad de la madre que amamanta al niño y la desolación de las mujeres que se quedan solas mientras bailan un tango y uno a uno desaparecen los hombres de entre sus brazos , y comprendemos, con sólo un gesto, todo el dolor que ocasiona la guerra. Cuento de los Cuentos se ha comparado alguna vez con El Espejo de Andrei Tarkovski, por esa estructura desde la memoria que no responde a la lógica cronológica de los sucesos reales sino al impulso profundo de las emociones y los sentimientos, la invisible coherencia de los sueños.

En la belleza de las obras de Norstein juega un papel fundamental la colaboración de su esposa, la reconocida artista Franchesca Yarbusova, ella ha sido la directora de arte en la mayoría de sus animaciones, es también una artista cuya obra ha alcanzado premios y reconocimiento internacional y una figura relevante en la historia de la animación rusa. Yarbusova es su compañera y aunque Norstein recomienda en tono de broma jamás casarse con un compañero de equipo, sabe muy bien que Franchesca es su cómplice y corresponsable de la belleza alcanzada en la obra del maestro.

Norstein es un artista enormemente respetado por sus colegas y no sólo como creador. En ese extraño puente que a veces acerca las sensibilidades rusa y japonesa, Hayao Miyazaki, autor de El Viaje de Chihiro, reconoce una profunda admiración por la obra de Norstein. En el año 2003 Kihachiro Kawamoto reunió a treinta y seis de los mejores animadores de todo el mundo para la realización de «Fuyu No Hi». Un poema visual sobre la poesía de Matsuo Basho, poeta japonés del S.XVII. El Renku es un sistema de verso encadenado que realizaban los poetas en círculo, el maestro aportaba el Hokku, los tres primeros versos, pues de su energía se impregnaba el resto del poema compartido. En «Fuyu No Hi» cada realizador tenía que animar una pieza de entre 36 estrofas del Renku, en aquella ocasión el equipo japonés le concedió a Norstein el honor de animar el Hokku de «Días de Invierno» como señal de reverencia. Dos minutos de refinada poesía que nos hacen volar, como el sombrero agujereado que lanza al viento aquel hombrecillo que escuchaba en los árboles la respiración de la tierra. Yuri Norstein ha sido galardonado con la Orden del Sol Naciente en Japón en el año 2004.

Tendrá que haber de todo y para todos los gustos en la viña de la animación, pero me entristece comprobar que aún estando reconocida como una de las más precoces y creadora de una estética propia, la animación rusa sigue estando reseñada con desgana. Apenas tres o cuatro nombres, unas cuantas líneas desapasionadas para luego dar paso a páginas enteras sobre Disney, Pixar y el Anime japonés. Es probable que a esa invisibilidad haya contribuido el desplome de la industria sostenida en otro tiempo por la Unión Soviética, la prestigiosa grandeza de la animación rusa venida a menos tras la pérdida del apoyo del estado. Una idea del dramático desamparo que ha padecido la industria del cine ruso y en particular el de la animación, lo dan estos estremecedores datos: Los fecundos estudios Soyuzmultfilm tenían 600 empleados y producían cerca de 40 películas al año, tras la desintegración de la Unión soviética a finales de los años 90 en dichos estudios sólo quedaron seis trabajadores y apenas se realizaban unas cinco producciones al año.

En el verano de 2011 algunos maestros de la animación, entre ellos Yuri Norstein, se reunieron con Vladimir Putin para protestar por el estado de abandono en el que se encontraba la industria y los estudios de animación, es posible que consiguieran sensibilizar al primer ministro aprovechando que ese año los emblemáticos estudios cumplían 75 años de existencia, en los cuales se produjeron más de 1,500 filmes desde el 1936. Así que después de casi dos décadas de orfandad la animación rusa consiguió de nuevo atraer la atención del estado, se han producido algunos tímidos movimientos de apoyo a la animación que ojalá no se conviertan en puntuales regalos de cumpleaños, sino en apuestas reales por la recuperación de una industria que fue seña de identidad del arte ruso.

En una reciente entrevista Norstein expresaba su descontento con el ambiente sicológico y cultural del país, en su opinión aquejado de vulgaridad colectiva. Los artistas que en muchas ocasiones tuvieron que pelear contra la arbitrariedad de la censura política, hoy están obligados a batallar contra la censura de los mercados que los excluye de la programación de la televisión y las salas comerciales.

Norstein, que no se somete a las modas y que defiende el cine como obra de arte, con su vocación de creador ermitaño que no frecuenta ni coquetea con los círculos del poder, vive pobremente, sostenido por las conferencias y venta de sus libros y algún que otro trabajo comercial ocasional. Aunque él mismo sufrió la censura en la época soviética y fue despedido en el año 1985 de los estudios Soyuzmultfim acusado de trabajar con demasiada lentitud, aún así se siente decepcionado por lo que ahora ocurre en la cultura rusa, donde la banalidad de los mercados no deja espacio para el cine de autor y el dinero de un magnate ruso tiene que rescatar a cientos de animaciones clásicas de la destrucción y lo que es más triste, del olvido.

Nos gustaría que la frase de Bardín, otro grande de la animación rusa se haga realidad: «Los animadores rusos trabajamos para la eternidad».

Yuri Norstein seguirá dibujando descalzo en su estudio moscovita, creando junto a su esposa Franchesca, ellos continuarán llenando las paredes con los dibujos que cuentan la historia de Akaki Akákievich, ese hombrecillo que en el relato de Gogol se compra un abrigo nuevo y le sobrevienen todas las desgracias, ojalá que el frío de la desmemoria y las torpezas del poder no hielen el alma de los artistas que siguen trabajando para que el arte pueda cambiar el mundo. Nosotros, que crecimos con sus dibujos y aún creemos en la poesía como la más hermosa de las utopías, intuímos que la culpa de nuestra esperanza la tienen los Muñequitos Rusos.

Enlaces de interés

Cuento de los cuentos, parte II (1979) | http://youtu.be/PBniVo80Mec
Cuento de los cuentos, parte III (1979) | http://youtu.be/UjndixMcl8g
Cuento de los cuentos, parte IV (1979) | http://youtu.be/xB7H1wrcFjc
El Abrigo (Obra inconclusa) | http://youtu.be/gRIEK3awt0Y
Días de invierno (Fuyu No Hi, 2003) | http://youtu.be/nBxT4qsD9N8