Hace meses que trabajo en un proyecto teatral que me tiene fascinada: me preparo para contar la historia del nacimiento del cine a niños y adolescentes desde la magia del escenario; me gustaría que cuando ellos se sienten delante de una pantalla de cine sepan que detrás de ese milagro de las luces y las sombras hay más de cien años sostenidos por personas que aceptaron desafíos, rompieron esquemas, soñaron y arriesgaron, y que en todos los seres humanos existe esa latencia para cambiar y mejorar el mundo que nos rodea. Por eso quiero contar la historia de los pioneros del cine, pero…

¿Qué historia contarles?

Para contar la historia del cine tal y como ha llegado a nuestro días, tal y como la cuentan incluso libros de culto y enciclopedias, sabemos que ineludiblemente hay que pasar, que no empezar, por los ingeniosos hermanos Lumiere, creadores del Cinematógrafo; luego, y siempre de acuerdo con la historia más reconocida y aceptada del cine, tendríamos que hablar del gran y creativo George Méliés, ese “mago incorregible” como le llamó René Clair, que con su renovado kinetógrafo rodó su primera película “Une Partie de Cartes” en 1896. Méliés es considerado “oficialmente” el padre del cine narrativo, el hombre sensible y creativo que supo elevar a la categoría de arte aquel artilugio que para los hermanos Lumiere no era más que un juguete de entretenimiento sin ningún futuro comercial. Después de hablar del universo Méliés y su maravilloso “Viaje a la Luna” rodada en 1902, muchas personas entendidas en la historia del cine nos recomendarían que habláramos de Edwin S. Porter, aquel operador de cámara de Edison que tuvo la genial idea de montar escenas de archivo de incendios y escenas de bomberos rodadas por él mismo en lo que se considera la primera película de montaje de la historia del cine (Life of an American Fireman, 1903)

En 1915 la historia del cine se pone “seria” y según los estudiosos alcanza su madurez con The Birth of a Nation de Griffith, ese otro pionero considerado el creador del lenguaje cinematográfico, que convenció al mundo de que el cine merecía ser considerado el séptimo arte por derecho propio.

Hasta aquí las tres figuras fundamentales que se mencionan en la mayoría de las historias del nacimiento del cine que con más frecuencia contamos y nos cuentan. Podríamos seguir y encontraríamos más creadores, más pioneros del cine, otros padres de, autores de, directores de… La mirada masculina es hegemónica, reconocida por la mayoría de cronistas, con respecto a los orígenes.

Hasta aquí podría armar mi historia del nacimiento del cine y muchos lo aprobarían, pero yo estaría siendo cómplice de una terrible injusticia porque en realidad hay otra historia que contar, hay un nombre olvidado, borrado e incluso usurpado en la historia del cine.

ALICE GUY, PIONERA DEL CINE NARRATIVO.

Alice Guy, tenía 23 años cuando asistió en calidad de secretaria de León Gaumont, un industrial dedicado a desarrollar la fotografía, a una sesión privada del Cinematógrafo de los hermanos Lumiere. Gaumont se interesó, con fines comerciales, en aquel aparato capaz de proyectar y fotografiar imágenes en movimiento y a pesar de obtener los derechos y mejorar más tarde la cámara de 60 mm de los Lumiere, no tenía la menor idea de cómo sacar partido al que por aquel entonces consideraba “un curioso juguete para niños”.

Alice Guy, la secretaria del señor Gaumont, desde el primer momento quedó fascinada por aquellas imágenes cotidianas en movimiento, “Imágenes Naturales” como solían llamarlas los Lumiere. Alice había crecido en un ambiente de amor al arte y la literatura, era una muchacha sensible y llena de talento, se dio cuenta de que aquel aparato servía para algo más que registrar imágenes monótonas y pasivas como las que hasta ese momento se presentaban, así que propuso a su jefe la posibilidad de contar pequeñas historias para vender mejor el cinematógrafo a los clientes; sin tomarla demasiado en serio Gaumont la autorizó, pero con la condición de que lo hiciera en su tiempo libre de los domingos y sin descuidar sus tareas como secretaria. A partir de ese momento Alice Guy empezó a rodar dos cortos semanales, escribía las historias, las dirigía, actuaba y pedía favores a sus amigos para que actuaran en las películas. El resultado en las ventas fue tan evidente que el señor Gaumont liberó a Alice de su rol de secretaria para que se ocupara exclusivamente de la realización de las películas para la insipiente industria de cine Gaumont.

La primera película de Alice Guy se llamó La Fee aux Choux y fue presentada en marzo de 1896 unas semanas antes de que el gran Méliés hiciera su aparición en el mundo del cine. Con El Ada de los Repollos nacía el cine narrativo, era la primera vez que se contaba una historia con el cinematógrafo y a partir de entonces Alice Guy trabajó incansablemente para la industria Gaumont realizando más de trescientas películas hasta 1906. Títulos como Los Ladronzuelos del Bosque, El Correo de Lyon y La Momia, hicieron que Gaumont decidiera poner un estudio a su disposición para la creación de los filmes. A partir de entonces Alice, además de dirigir, se ocupaba de la dirección del estudio, compraba guiones, armaba los elencos y equipos y seguía haciendo películas como Fausto y Mefisto y Cristo ante Pilatos, mucho más ambiciosas y elaboradas. En este periodo Alice Guy dirige importantes películas como «La vie du Christ» rodada en 1906 con una duración de 35 minutos. Era la primera vez que se utilizaba a más de trescientos extras en un rodaje.

Algie el Minero, película de Alice Guy que plantea por primera vez en el cine la homoerótica masculina.

Si Alice Guy fue la primera en realizar una película de ficción es algo que aún hoy día se investiga, pero lo que está fuera de toda duda es que le corresponde un sitio de honor entre aquellos visionarios que creyeron y crearon la magia del cine. Según su principal investigadora, Alison McMahan, Alice Guy fue de las primeras en dirigir una película e incluso la primera en utilizar efectos especiales y el uso de los primeros planos, título otorgado a Griffith. Fue precursora del cine sonoro experimentando la sincronización de la imagen con el sonido de un gramófono y realizó películas coloreadas a mano.

En 1910 Alice Guy fundó en Estados Unidos su propio estudio de cine “Solax Company” con la que realizó entre una y tres películas semanales aún estando embarazada de su hija, evidenciando así su vocación por la creación cinematográfica y su carácter adelantado a los patrones femeninos de su época. Debido al éxito de Solax Company, Alice crea un segundo estudio en New Jersey, goza de reconocimiento y éxito profesional pero su vida personal, tan vinculada a su obra como cineasta, está a punto de convertirse en un fracaso. Pero ese es otro capítulo de la vida de Alice Guy: su mundo sentimental, su inocencia o su falta de visión dentro de la feroz competencia de la industria en la que jugaría un papel importante, en su contra, su propio marido Herbert Blaché.

Hace apenas una década que la obra de Alice Guy se investiga, en el momento de su muerte aún no se había localizado ni una sola de sus películas y tampoco consiguió publicar en vida sus memorias. La investigación y los libros de Alison McMahan han conseguido localizar unos cien títulos de entre sus casi mil filmes.

«Se le puede considerar la primera narradora visual del cine y la primera persona que dirigió una película en la Historia del Cine. Llegó a competir con Hollywood como productora y directora independiente y se adelantó a sus contemporáneos y a su tiempo. Fue la primera en usar grabaciones con un gramófono al mismo tiempo que las imágenes y la productora de una de las primeras películas a color, la primera en utilizar efectos especiales, usar la doble exposición del negativo, las técnicas de retoque, la cámara lenta y rápida, y el movimiento hacia atrás.

Dirigió, produjo y supervisó más de 600 películas, que tocaban todos los géneros fílmicos, desde cuentos de hadas a parábolas religiosas, comedias románticas o películas policíacas. Fue la primera persona que dirigió una película en la que todos los protagonistas eran negros, en 1912, “Un tonto y su Dinero”. Jugó un papel clave en la producción de las primeras películas sonoras, aspecto de su carrera casi siempre ignorado. Se merece estar entre las figuras más importantes del cine. Hasta hoy, sigue siendo la única mujer que ha dirigido su propio estudio cinematográfico. Sin embargo, su papel en la historia del cine ha sido completamente ignorado y olvidado.»

(Alice Guy Blaché, Lost Visionary of the Cinema, by Alison McMahan)

REPARAR UNA INJUSTICIA

Y he aquí que La Historia del Cine que quiero contar a los jóvenes ya no es un monólogo de voces masculinas; con el descubrimiento de la obra de Alice Guy el nacimiento del cine se convierte en una hazaña coral sin distinciones de género. Es cierto que Alice Guy no es la única pionera del cine maltratada por el vértigo de la industria: George Méliés acabó sus días como vendedor de un puesto de juguetes cerca de la torre Eiffel, olvidado y muy lejos de aquellos días en los que cautivaba al público con la magia de una nave incrustándose en el ojo de la luna. El destino de Méliés es doloroso pero la injusticia cometida con Alice Guy es aún más despiadada. A Méliés nunca se le ha negado el título de pionero, incluso de primer narrador cinematográfico, reconocido cuando aún vivía, sin embargo, Alice Guy terminó sus días pensando que quizá, sus años dedicados al cine, habrían sido sólo un sueño o tal vez, una película contada por algún director, con nombre de hombre por supuesto. No todas las pelis terminan con final feliz como en The Artist.

Resulta imposible recoger en la extensión de un artículo un personaje tan interesante como trágico. Alice Guy realizó entre seiscientos y mil filmes en sus 28 años dedicados al cine, su vida personal se entrelazó inseparablemente con su profesión al casarse con Herbert Blaché, un cámara inglés que dirigía las oficinas de la Gaumont en Inglaterra y Alemania. El matrimonio se separó en 1922 y Alice y sus hijos regresaron a Francia y allí se interrumpió para siempre su carrera cinematográfica pues en París no consiguió volver a rodar ni siquiera en los estudios Gaumont.

Alice regresará años más tarde a Estados Unidos para intentar recopilar y ordenar su obra, pero no lo consigue, ya que en los archivos de cine y filmotecas no encontró casi ninguna y algunas de las que localizó aparecían bajo la dirección de sus compañeros de equipo. Su nombre y autoría habían sido anulados por el caos de los archivos, la labor de críticos e historiadores a los que resultó fácil creer que la obra de Alice Guy pertenecía, en muchos casos, a sus propios ayudantes y cámaras.

Alice Guy empieza a trabajar en sus memorias quizá para no olvidarse de sí misma, hasta que en 1954 el hijo de Gaumont, la menciona en un discurso en París “Alice Guy es la primera cineasta de la historia y ha sido injustamente olvidada” Este reconocimiento público por parte de Louis Gaumont atrae de nuevo la atención de algunos historiadores hacia el cine de Alice Guy. En 1955 es reconocida con La Legión de Honor, la más alta condecoración en Francia. Y en el 1957 la Cinemateca Francesa le rinde un gran homenaje por ser la primera mujer directora de cine en el mundo.

Alice Guy muere el 24 de marzo de 1968, a los 95 años, en una residencia de ancianos de New Jersey, cerca del sitio donde había estado su estudio de cine. Su autobiografía no fue publicada hasta ocho años más tarde y es todo un documento de primera mano sobre el nacimiento del cine. Hacia el final de sus días Alice ya no recordaba nada de sí misma, su mente se había borrado lo mismo que su nombre en las crónicas de la historia. Acaso se asomara al cine con la misma inocencia de quien lo ve por primera vez, sin poder recordar que la obra de aquella secretaria de la casa Gaumont ayudó a cambiar la historia del cine para siempre.

«Olvidada por la historia, olvidada de sí misma, en ningún periódico apareció su esquela»

Por eso, cuándo le cuente a los jóvenes y los niños en el teatro, sobre esta mirada silenciada, les pediré que alguna vez, cuando se sientan fascinados frente a la pantalla de un cine, muy bajito, desde el corazón, le den las gracias también, a Alice Guy.

Más info | La Pipe du Colporteur – Alice Guy (comedia)
Heroine – Alice Guy (comedia)