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Al ver La isla mínima es muy difícil que a uno no le venga a la cabeza la estupenda True Detective. Las similitudes son muchas. El tema, el tono, los planos, el color, la música… hasta la Louissiana rural de allí parece transformarse en el Doñana de aquí. Pero todo es casualidad: la película terminó de rodarse antes de que se estrenara la serie.
La isla mínima es una película estupenda, en la que todo está muy cuidado. Nos traslada a una la Sevilla de 1980, en la que dos detectives antagónicos investigan la desaparición de unas muchachas en una comarca hostil.
El protagonista absoluto es el caso de investigación, y los demás elementos se disponen magistralmente para narrar la historia. Tal es el caso de la música, que establece la atmósfera discretamente, sin estridencias, o de un entorno que se convierte en un personaje más. Alberto Rodríguez hace lo que quiere de Doñana y sus alrededores, y sabe cuándo regalarnos unos planos aéreos fabulosos y cuándo encerrarnos en la angustia de un lugar árido y maldito del que todo el mundo parece querer escapar.
El ritmo es perfecto. Una hora y tres cuartos que se emplean en contar la historia sin prisa pero sin pausa. La película aprovecha las idas y venidas propias de la investigación para esbozar un retrato de la España de la Transición en los pueblos del sur, tocando temas como la corrupción, el caciquismo, la lucha obrera y los restos de una dictadura mal barridos bajo la alfombra.
Aunque ya hemos dicho que las comparaciones con True Detective son injustas me llama la atención un pero importante: los personajes. Mientras que los de la serie son absolutamente memorables y se convierten en el mayor legado de la serie, los de La isla mínima son planos y están interpretados sin ninguna gracia (en el caso de los protagonistas) o son directamente terribles (en el caso de Nerea Barros, la madre de las desaparecidas). Parece que el director haya confundido simplicidad con simpleza, o sobriedad con inexpresividad. O que los actores españoles no den para más.
Para acabar, una reflexión: si esta película se hubiera hecho igual, plano por plano, pero en USA, nos habría parecido una buena película de detectives, pero una más. Comparada con el resto de estrenos nacionales, brilla con luz propia. Este es nuestro doble rasero, y España necesita más películas como esta, buenas películas que suban el listón.